miércoles, 29 de febrero de 2012

Animal político vs político animal.

"Como animal político  aborrezco
al peor de los animales:  el político animal"
@faunoestepario.



La política es una de las expresiones más características del ser humano. La politología, como ciencia política, es decir, como estudio de la política, ha considerado desde hace tiempo que el hombre es un "animal político" (zoon politikon), Así lo concibio Aristóteles, un publicista, asesor de cabecera de Alejandro , un muchacho macedónico hijo de papi con ínfulas de grandeza que, llevado de sus prejuicios, y asesorado por sus generales, le hizo la guerra a raimundo y todo el mundo. La historia oficial lo considera "grande", y lo ha erigido como un superhombre. ¿Se puede disentir de esta versión?

Clandestino no sólo cree que es posible, sino que está convencido de que es indispensable comenzar a desenmascarar los falsos ídolos del establecimiento hipócrita y falaz. La política no es esa actividad candorosa que procura el bien común. Los políticos no son esos seres angelicales perfumados de santidad, benevolencia y magnanimidad, que se desviven por hacer el bien sin mirar a quién. Creer esto último es demasiada ingenuidad.



Un animal político es un animal que usa su fuerza para ejercer dominación, porque la política es el ejercicio del poder, y el poder es la fuerza. Esto no es inmoral per-se. Simplemente, así es la naturaleza. Cualquiera animal, insecto, reptil, crustáceo, pez, ave, mamífero, defiende su espacio, controla sus recursos, busca su alimento, protege sus crías. ¿Por qué el hombre había de ser distinto?.    

Hacer la guerra -esto lo aconsejan siempre todos los generales- produce  grandes dividendos. Lo primero es montar todo un discurso belicista, para lo cual son expertos los asesores políticos; lo segundo, anunciar con toda la solemnidad holliwoodense del caso que cualquier vecino pobretón es un archienemigo demasiado peligroso: que mira despectivamente con ojos rayados, que está armado hasta los dientes, que tiene armamento ultrasofisticado, que no demora en atacarnos sorpresivamente, que persigue someternos, que no respeta los acuerdos previos, que patatín, que patatá, y  bla, bla, bla.


Viene después la leva de tropas, la compra de armamentos de última generación, el establecimiento de alianzas militaristas con sus socios -igual de lacras, o quizá más canallas aún-, anuncios de supervisiones de chantaje internacional, manoseo de organismos multilaterales, operaciones relámpago, guerras cibernéticas,  transmisiones on-line, bendiciones pontificias, y toda la cínica y perversa teatralidad que nos han mostrado siempre, pero en especial desde que algún cowboy de barras y estrellas anunciara pérfidamente el establecimiento de un nuevo orden internacional.

La política es una cosa demasiado seria como para dejarla en manos de políticos animales, como los dirigentes de la mayoría de países actuales, potencias o no; antes tampoco fue distinto. Es que se necesita ser muy animal, una completa bestia, para desvivirse por apoderarse del poder ¿El poder para qué? 

Obvio que para ejercerlo, para dominar, para someter, para imponer, para oprimir, para mandar, para vivir a cuerpo de rey (y de reina) del erario público, para no hacer nada y devengar gratis de por vida jugosos honorarios, para mentir, para sobornar, para engañar a propios y extraños, para defender los propios intereses, y los del grupo de sus íntimos, y los de su clase. Ese es el quid.

Comunidad, solidaridad, cooperación, convivencia, templanza, soberanía, independencia, libertad, justicia, paz, democracia, desarrollo, y otras virtudes teologales, son categorías filosóficas aptas para melífluos discursos en asambleas internacionales, y giras de gurús en trance de nirvana y virtuosos ascetas en éxtasis.

Un analista político del Siglo XIX consideró -con bastante propiedad- que la política es la expresión concentrada de la economía. Ësta es, básicamente, producción, distribución e intercambio de bienes, no por amor platónico (filantropía), ni  por hobby humanitario, ni por caridad evangélica, sino por interés: interés monetario, plusvalía, ganancia, riqueza, dinero, poder, gloria, egolatría. Y el poder es la fuerza. Y la fuerza son las armas. Y estas conducen a la guerra.



Un padre -o madre- de familia usa el poder biológico, psicológico y moral de su condición de persona mayor, de más experiencia, más conocimiento, más bienes propios, etc.; si no es suficiente, acude a otras fuerzas, para imponer, para castigar, para someter, para hacerse obedecer, para salvaguardar la moral, las costumbres, la tradición, los valores y el honor.

En la escuela el maestro asume un rol similar, a una escala mayor: ya no sólo defiende el pequeño territorio familiar sino el de su patria, el de su país, su sociedad, su cultura. Y en la iglesia el sacerdote o ministro tiene otro discurso más metafísico, y habla del espíritu, del cielo, de la otra vida,  de Dios, del perdón, de la gracia, de la salvación.  Y el jefe de la oficina, taller, fábrica, empresa, establecimiento -público, o privado-, defiende la propiedad fruto de su trabajo honrado, del sacrificio, de la dedicación, de la austeridad, de toda una vida dedicada al trabajo honrado.  Y  en los medios refuerzan esas imágenes mentales con toda la parafernalia de los publicistas y los presentadores de espectáculos circenses televisivos y cinematográficos.

Los trogloditas de la edad de las  cavernas, utilizaron, piedras y garrotes. Después, con la revolución del neolítico vino el desarrollo del arco y la flecha, el hacha, la espada y  la lanza. La civilización trajo aparejada la formación de ejércitos, con toda la estructura tecnológica -táctica y estratégica- que ello requiere. Desde entonces, hasta hoy, ha prevalecido la fuerza, y se ha hecho la guerra. Ese es el poder. Hasta santos (?) Padres de la Iglesia de Roma han tenido ejércitos y han hecho la guerra, como cualquier otro guerrero inmoral.



¿Hasta cuando ha de ser esto así? ¿Tendremos, los ciudadanos de a pie, el derecho a una segunda oportunidad? ¿O, estaremos condenados a padecer por siempre miles de años de esclavitud?. De Usted, y de mí, y de nosotros, junto con ellos, depende. O somos masoquistas y nos gusta que nos den por ... esta y por la otra mejilla, o decidimos ponernos de pie y luchar con honor y dignidad, y acabar con tanta perversidad, tanta corrupción e impunidad y tanta injusticia,  a que nos tienen sometidos los dueños actuales del poder.

Clandestino proclama: Ciudadano del mundo: sé tú mismo, sé libre. Ponte de pie, sal, únete y lucha. Todos juntos somos más. Nos esperan mejores días.



        


     

domingo, 26 de febrero de 2012

La estupidez.



Occidente padece el síndrome de la mala fe.

"Las tiranías fomentan la estupidez".
Jorge Luis Borges.

La estupidez no es un concepto abstracto, amorfo, vacío, neutral. La torpeza, la necedad, la falta de inteligencia, la incapacidad de comprender las cosas, es una condición humana específica, bastante común, por supuesto penosa y lamentable.


Comúnmente se asocia el término "estupidez" con una condición psíquica, de retraso en el desarrollo mental. Es válida esta interpretación, pero es la aplicación clínica a determinados individuos de una caracterización médico psiquiátrica.

Una acepción más general del término estupidez, nos daría un concepto sociológico como caracterización del temperamento y sobre todo el carácter y la idiosincrasia de un grupo humano, un pueblo, una nación, una civilización. Es esta la concepción que acogemos en este post para hacer algo parecido a una interpretación sociológica de la historia de Occidente.


Los grupos humanos no son montoneras irracionales, masas amorfas, organismos deformes, colectivos sin dirección. Los grupos humanos, desde los más primitivos de los tiempos prehistóricos hasta los más sofisticados y elitistas de los tiempos contemporáneos, se caracterizan por poseer una estructura, unas relaciones internas, unas jerarquía, unos mandos, una administración,  un liderazgo. Las más de las veces, los grupos son lo que son sus dirigentes. "El Estado soy yo", se atrevió a decir alguien muy inflado en su ego. Pero le sobraba razón. 

Clandestino se atreve a creer que Occidente es estúpido. Occidente no aprende de la Historia. 

Occidente insiste en repetir sus errores, porque es un enfermo que padece una enfermedad incurable: La MALA FE. Occidente es un pirata, ladrón, invasor, guerrerista, militarista, depredador, explotador, colonialista e imperialista. Y además hipócrita, cínico, y tartufo: posa a diario, en asambleas internacionales, parlamentos, plazas, iglesias, estadios, medios, gremios, academias, y otras instancias políticas y culturales, de muy honorable, pero es un mitómano: miente descaradamente. Y no lo disimula, por el contrario, hace alardes. Y por sobre todo, es cobarde. envidioso,mezquino y miserable. 

Desde la Antigüedad hasta hoy, desde que el sur de Europa fue invadido por hordas de "arios", pero sobre todo, desde la época de las  guerras de los griegos contra sus vecinos del próximo y medio oriente, y las conquistas de las falanges macedónicas de Alejandro, y las de las legiones de los esbirros del imperio  romano, la suerte del mundo, ha sido amarga, negra.

 Desde entonces hasta hoy, miles de guerras de "descubrimiento", de conquista, de sometimiento de pueblos de menor desarrollo, de saqueo de recursos naturales, de dominio de poblaciones y de exterminio de culturas ancestrales, ha sido la constante en Occidente. Y pasamos por cruzadas, inquisiciones, pacificaciones,  segregaciones, esclavitudes, apartheids, guerras mundiales, guerras frías, y guerras de galaxias, hasta las últimas ediciones: las guerras ideológicas, y las guerras on-line.

De estas últimas dan cuenta tanto las operaciones "tormentas" contra Iraq, Afganistan y Libia (y próximamente Irán -lo permitiremos?-), como las censuras en y por internet a través de las leyes SOPA en USA,  y similares en otros países  arribistas y vasallos.

   
Occidente no crea, ni produce; pero ha montado formidables sistemas económicos y formaciones sociales que sabe utilizar y aprovechar: primero la brutalidad del esclavismo; después el engaño de la rancia, caballeresca y "piadosa" feudalidad; hoy, el salvajismo de la burguesía capitalista; mañana, pretenderá perpetuarse a como dé lugar. Occidente ha vivido siempre del saqueo, la rapiña, la depredación y la explotación. Occidente es un vulgar pirata, un mercader sin escrúpulos, un dominador con una ética perversa: la violencia, la guerra, la dominación. Es experto en llenar de plagas y miserias al resto del mundo. Occidente es una vergüenza, y peor que eso, una inmundicia.

Los piratas de Washington, Londres, Paris, Berlín, y los banqueros  ladrones que los sostienen y cuyas órdenes ejecutan rigurosamente, según  designios ocultos, y sus secuaces en Madrid, Roma, Seúl, Camberra, Otawa, o México, que viven de rodillas ante el amo imperial, siempre encuentran un motivo para declarar la guerra. En los salones aristocráticos de los parlamentos, los clubes, la banca, las transnacionales y algunas iglesias "cristianas", como en carnaval, ellos se disfrazan, cambian su piel de lobo, ocultan sus colmillos y sus garras, se ponen caretas de respetables señores, de  hombres piadosos, de seres civilizados, demócratas, humanitarios. Y manipulan a su antojo, manosean descaradamente, los organismos multilaterales -que les pertenecen- para que legitimen sus mezquinos y torvos  propósitos.  Occidente es miserable; sólo piensan en su propia barriga, en la satisfacción inmediata, como el rico Epulón. 


Mientras tanto, el planeta se deteriora inexorable, y la humanidad se ve abocada a un final apocalíptico.    Occidente huele mal; está pútrido, es un cadáver. Hay que enterrarlo. Hay que ponerle fin a este aquelarre satánico. La Tierra, y la humanidad, merecen otro destino diferente, más humano, más gratificante, más digno. 

Clandestino espera no haber perdido la razón, y confía en la sagacidad, la cordura, la serenidad, la firmeza, y el valor civil de millones de ciudadanos del mundo que no participan de ese tórrido festín de los amos de Occidente.

"Nada en el mundo es más peligroso
que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda"

Martín Luther King.

"La diferencia entre la genialidad y la estupides
es que la genialidad tiene límites"

(Anónimo)

"La vida es muy peligrosa.
No tanto por las personas  que hacen el mal,
sino por las que se sientan a ver lo que pasan"

Albert Einstein.
    

¿Tú qué piensas? Decídete. Sal, únete, y luchemos juntos.  














martes, 21 de febrero de 2012

Carnestoléndicos.



Clandestino ha vuelto por sus fueros. Dejó su rutina en la clandestinidad, decidió salir a darse un aire de  mundo, a echar sus canas al aire, cambió su máscara habitual por una de carnaval, se puso su disfraz para la ocasión, adquirió su provisión de vino, llamó a sus amistades, y se fue de jolgorio. Vida no hay sino una.




Esta temporada, desde finales del mes de Enero, hasta que el cuerpo aguante, aquí y en Cafarnaúm, es tiempo de carnaval, fiesta, alegría, jolgorio, desparpajo, des-inhibición, desfachatez, parodia, ridiculización, desenfreno. Para eso sirven las máscaras, y los disfraces. Para eso se sobrellevan penurias y miserias el resto el año. Que viva el carnaval.




Sin ánimo de aguar la fiesta, Clandestino quiere hacer una re-lectura del acontecimiento.
No es del todo cierto que únicamente en esta temporada se celebre el carnaval. De hecho, en cualquier lugar, a todas horas, todos los días, por cualquier motivo, incluso sin razón aparente, hay carnaval. 




La vida misma es un carnaval. Ud. aparece ahí de pronto, sin saber por qué. Luego el establecimiento lo encarrila con unos parámetros, legales, estatales, sociales, económicos, culturales, ideológicos, y vaya uno a saber qué más. Es un turbión del cuál nadie puede escapar.




Máscaras, hay en todas partes, y  a toda hora; y también  disfraces, y comparsas, y desfiles, 
y farsa, y ridiculez, y mamadera de gallo, y cuanta vulgaridad y sinvergüencería quiera alguien imaginar. 




A ver: por todas parte se tropieza uno con "democracia", "libertad", "justicia"," igualdad", "bienestar", "bien común", "moralidad", "derechos humanos", "ecología", "salud", "educación", "trabajo", "tradición", "gente de bien", "cultura", civilización", "progreso", "desarrollo",  bla, bla, bla. Puras máscaras, y disfraces. 






El mundo globalizado es un gran  mercado de máscaras y disfraces. Es una gran supermercado. Mejor, un hipermercado. Se consiguen para todos los gustos, todos los presupuestos, todas las ocasiones, en todos los estilos,y para todos los géneros.






 No hay carnaval sin comparsas, carrozas, desfiles bailes, orquestas, licor, sexo y aquelarre.  Algunos sorprenden por la fastuosidad y la parafernalia. Rememoremos algunos: Cortes Imperiales, Iglesias, milicias, empresas, clubes, organizaciones multinacionales y supranacionales, corporaciones,  jet-set, farándula; en general, todas las facetas del establecimiento, en todas las sociedades, de todos los países, de todos los continentes.





El Festival se vive por doquier. Comienza con el año nuevo, continúa con instalaciones de nuevos gobiernos, y reuniones de banqueros en Davos y  Groven Hill. Son infantables los desfiles patrióticos, y las celebraciones deportivas, y las Asambleas Generales de naciones, y los congresos de academias, y los encuentros de intelectuales, y las romerías y procesiones religiosas,y las invasiones de países indefensos por coaliciones matonas y los desplazamientos por la guerra,y las mortandades por la violencia inmisericorde,  y las hambrunas,  y las ayudas humanitarias, y un largo etc.




En carnaval no se trabaja, se goza. Pero, como toda la vida es un carnaval,, este carnaval lo disfrutan los dueños del sistema, los amos del poder, los que deciden por Ud., y por mí que suerte nos toca. La de ellos está decidida desde antes de nacer. La nuestra también Sólo que la de los dueños del poder es de gloria, de abundancia, de lujo exorbitante; y la nuestra, la de la gente del montón, la de los ciudadanos de a pie, de humillación, y explotación, y manoseo y alienación. Y somos libres, y tenemos derechos.




Qué farsa es el carnaval. La farsa del poder. Y clandestino, ingenuo e inocente, creyendo que el carnaval era sólo ponerse una careta y un disfraz, e irse de juerga con sus amistades por un fin de semana. Que siga creyendo estupideces. Los otros llenarán sus arcas y él seguirá tan miserable como siempre ha sido. Esto es sólo blabia, porque estamos en carnaval. 



Cómo se goza en el carnaval. Motivos suficientes para volver a la clandestinidad.
  


        
   






Esta temporada, desde finales del mes de Enero,