lunes, 28 de febrero de 2011

Vecindarios que arden.

"Dios mueve al jugador, y éste la ficha.
Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?"
Jorge Luis Borges.


No es la primera vez que esto ocurre. Probablemente tampoco sea la última. Parece ser que la Historia Universal sintiese gran complacencia por este tipo de acontecimientos. Ni modo de lavarse las manos echándole la culpa a una anciana venerable. Es sólo para describir –explicar-(?) cómo los terrícolas, amañados como viven en su antigua y oscura madriguera, no han podido salir del estadio troglodita de su “avanzada” civilización, y todavía recurren al garrote para resolver sus diferencias.

Clandestino piensa que lo que ocurre últimamente en el norte de África, en el Medio Oriente, en África Occidental, y un poco antes en otros lugares de este hermoso pero malogrado planeta, es la parte del libreto que les ha tocado en suerte a países del Tercer Mundo, en la comedia sangrienta de la Edad Contemporánea en la que los personajes centrales son los chachos del capitalismo salvaje. Cualquier parecido con las grandes producciones de Hollywood es mera coincidencia. Como casi siempre ocurre, los gringos son apenas lejanos y neutrales espectadores.

La caída del Muro de Berlín parece haber sido apenas el comienzo del fin de la guerra fría (fría para quienes la hacen; muy caliente para quienes la soportan y padecen). Así, han transcurrido ya dos décadas de convulsiones internas y guerras externas que sólo sirven para alimentar las arcas de sanguinarios de distintas pelambres que las promueven y fomentan.

Los dictadores de turno quizá sólo sean marionetas de un teatro de títeres. La mano escondida que les hace representar su papel por supuesto no se ve. El genio maligno que ha escrito el libreto, experto como nadie en artes escénicas, da rienda suelta a toda la parafernalia de horrores, terrores, miedos, espantos, alaridos y víctimas, no imaginados siquiera en una de las producciones de Federico Fellini, o similares.

Clandestino se atreve a pensar que la cuestión en el norte de África y otras zonas del mundo pudiese estar relacionada con el ocaso del odioso y brutal sistema colonial que implantaron allí las potencias e imperios de la Edad Moderna. Sistema que subyugó mundos de civilizaciones más antiguas, muy ricas, y menos prepotentes que Occidente.

Los tiranos que caen son los alfiles en el juego de intereses tanto de gobiernos imperiales, como de empresas transnacionales, cuya grandeza está cimentada sobre la barbarie y la sangre con que explotan el oro, los diamantes, el petróleo y demás recursos naturales tan abundantes en –qué paradoja- países pobres. Tiranos que han reprimido brutalmente a sus pueblos, pero tienen las rodillas genuflexas ante el amo extranjero.

Occidente parece no percatarse del despertar de otras culturas genuinas, y continúa su manido discurso de “democratización”, según su modelo. No faltaba más. Occidente teme al resto del mundo, y le odia, siempre lo hizo; por eso lo combate y lo somete. Occidente no aprende, y no cambia. Occidente camina por el filo de la navaja, y más temprano que tarde va a caer por un despeñadero parecido. El tiempo apremia. Es hora de rectificar.

Clandestino parece haber amanecido con la mente calenturienta. Está hablando mucha … cháchara. Un buen café tinto le caería muy bien.

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